El creciente fenómeno de #MeToo
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Fue un escándalo.
No solo porque las periodistas de The New York Times, Jodi Kantor y Megan Twohey, habían trabajado intensamente en esta historia por meses. Gracias a la credibilidad y el apoyo del periódico a sus reporteras, su trabajo puso en la mira a un problema cultural que había alcanzado a uno de los nombres más importantes en el negocio del entretenimiento.
El artículo describió cómo el productor de Hollywood, Harvey Weinstein, supuestamente habría pagado a varias personas que alegaron acoso sexual de su parte por décadas. Hasta entonces, Weinstein había sido uno de los productores de Hollywood más exitosos en la historia reciente. A través de Miramax, descubrió y distribuyó películas en el circuito independiente estadounidense que se convirtieron en fenómenos culturales, como "Pulp Fiction" y "Clerks".
Posteriormente, agregaría películas importantes a su currículum, incluyendo el filme ganador del Oscar a mejor película "Shakespeare in Love", y la superproducción de "Gangs of New York", dirigida por Martin Scorsese, desde su posición en la Weinstein Company.
Para dar al lector una idea de su impacto, de acuerdo a un análisis realizado por el medio digital Vocativ, Weinstein ha sido agradecido más veces que Dios en los Oscar, solamente superado por Steven Spielberg.
Las ondas del reportaje se dejaron sentir en toda la industria y para el doce de octubre, cuatro mujeres habían hecho alegatos públicamente, incluida la actriz de "Charmed" Rose McGowan.
Weinstein luego fue expulsado de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de Estados Unidos. La Junta, que incluye 54 miembros, emitió una declaración estableciendo que el voto excedió el requerimiento de una mayoría de dos tercios para hacer la expulsión de manera inmediata.
Posteriormente, el quince de octubre, la actriz Alyssa Milano marcaría el momento decisivo del hashtag #MeToo (#YoTambién) al popularizarlo a través de Twitter, donde hizo un llamado general a una respuesta con dicho hashtag de parte de quienes han sufrido acoso y hostigamientos de cualquier tipo.
En tan solo 24 horas, el hashtag #MeToo había involucrado a 4,7 millones de personas en Facebook y para el diecinueve de octubre, el departamento de policía de Los Ángeles confirmó que estaba realizando una investigación relacionada a un incidente en el 2013 que involucraba a Weinstein.
Estas revelaciones provocaron que más voces femeninas se unieran al llamado y detallaran sus experiencias. Escribiendo para The New Yorker, la actriz de "Breakfast Club", Molly Ringwald, explicó que: "A las mujeres las avergüenzan, les dicen que son tensas, desagradables, amargadas, que no se les puede hacer una broma, que son demasiado sensibles. ¿Y a los hombres? Bueno, si lo hacen, con suerte, hasta podrían resultar electos presidentes". (Traducción por Tribuna)
Las actrices "top" de Hollywood, Gwyneth Paltrow y Angelina Jolie, también hablaron en contra de Weinstein. Kate Winslet dijo al Los Angeles Times que su omisión del nombre de Weinstein en los Oscar cuando ganó el premio a la mejor actriz fue "deliberada". Más aún, la ganadora del Premio de la Academia Lupita Nyong'o, mejor conocida por su papel en "12 Years a Slave", escribió un artículo en The New York Times rompiendo lo que ella describió como una "conspiración de silencio".
Sin embargo, el silencio que se rompió no se redujo únicamente a casos involucrando a Weinstein.
Otras actrices compartieron sus experiencias, incluidas Jennifer Lawrence y Reese Witherspoon. Incluso en el mundo de los deportes, la medallista de oro olímpica y gimnasta, McKayla Maroney, usó Twitter para compartir su experiencia, redactada en una página.
Inclusive algunos hombres del mundo del entretenimiento también se unieron al llamado, incluyendo la estrella de "Dawson's Creek", James Van Der Beek y el héroe de acción de "The Expendables" y la estrella de los comerciales de Old Spice, Terry Crews.
"Los reportajes protegen a las mujeres"
En una entrevista que le dio Quentin Tarantino a Kantor para The New York Times, dijo que le atribuía a Weinstein una imagen de la era de los años 50 y 60 donde habría un jefe persiguiendo a una secretaria alrededor del escritorio. Así mismo declaró que debió hablar antes.
El año pasado, Bernardo Bertolucci sugirió que la infame escena de sodomía en la película de 1972 "The Last Tango in Paris" podría no haber sido consensual. La reacción también fue, justificadamente, indignación.
Más recientemente, The New York Times descubrió un arreglo importante que Fox News hizo con su ex comentarista de noticias Bill O'Reilly, donde supuestamente habría pagado $32 millones para ocultar un caso de acoso sexual. Más sorprendente que el monto fue que de acuerdo con el Times, Fox le habría extendido su contrato laboral un mes después.
Sumado a esto, no se puede olvidar el audio filtrado del ahora presidente Trump presumiendo acerca de manosear a mujeres y ser capaz de "salirse con la suya" porque "cuando eres famoso te dejan hacerlo".
Además, las acusaciones como las que realizó la presentadora de Fox News Gretchen Carlson contra el entonces jefe de ese canal, el ya fallecido Roger Ailes, llevaron a la compañía a contratar un nuevo jefe de recursos humanos, sugiriendo que el departamento de RRHH de la compañía estaba "mal equipado" para lidiar con un importante problema cultural a lo interno de la empresa.
Editorial
Nos gustaría enfatizar el punto hecho por Emily Nussbaum de The New Yorker, quien señala que el mundo está "dominado" por hombres, algunos de los cuales muestran repetidos patrones de comportamiento acosador.
Si no era un asunto prioritario anteriormente, es más importante que nunca fortalecer el debate cultural sobre la importancia del consentimiento sexual.
Después de todo, el consentimiento es una conversación y los desacuerdos no deben llevar a la intimidación, represalias o agresiones. Esto es especialmente cierto en el lugar de trabajo, cuando la mayoría de los casos involucran a un hombre en una posición de mayor poder que una mujer, y este poder se ejerce con la intención de mantenerlo así.
No hay tal cosa como un atuendo que diga "puedo ser violada". No debería haber una justificación como "ella sabía en lo que se estaba metiendo" en la industria cinematográfica, o una normalización del llamado "casting de sofá". Este es un problema cultural. Y no deberíamos engañarnos a nosotros mismos. Es un problema desproporcionado en la actitud que los hombres tienen hacia las mujeres en sus entornos y lugares de trabajo.
Si la condena colectiva de la conducta de Harvey Weinstein es lo que necesita la discusión sobre el acoso sexual, que así sea. Similar a traerse abajo la estatua de un dictador en una revuelta espontánea, el fenómeno de #MeToo es bienvenido como una forma de romper un silencio acumulado por mucho tiempo.
Al mismo tiempo, desde esta redacción escribimos esto como hombres, aunque intentamos hacer un intento consciente de reconocer la masculinidad tóxica como un síntoma general de patriarcados necios que estamos comenzando a combatir.
Hemos crecido en lo que todavía es una sociedad sexista, sin importar cuántas veces nos digamos que somos mejores que la mayoría. Incluso en países prósperos y democráticos, hay un largo camino por recorrer en términos de respeto a las mujeres como individuos, no sólo como "esposas e hijas". No tiene sentido debatir el grado de culpa de cada persona, porque todas hemos sido cómplices en formas invisibles o inimaginables para nuestra percepción.
Pero también le debemos a las mujeres la honestidad de admitir esto, y asegurarles que nosotros, como hombres, las escuchamos y les creemos, y es imperativo que lo hagamos mejor. Debemos hacerlo mejor no solo en nuestra vida familiar, sino también en nuestras guarderías, escuelas, lugares de trabajo y comunidades; en nuestras conversaciones, juicios y percepciones de conductas que tendemos a considerar ordinarias.
Esto no se trata de propagar un discurso santurrón y moralista. Se trata de empatía y respeto, así como exponer las estructuras que perpetúan el acoso sexual y abusos descarados del poder. Y el primer paso es reconocer y procesar todo lo que las mujeres (y hombres) con estas experiencias nos dicen, en lugar de deslegitimar, descartar o restarle importancia a historias sobre acciones no consensuales.
Es una tarea titánica cambiar actitudes a gran escala, y hacer que la sociedad sea menos indiferente al daño en comportamientos cotidianos y normalizados. Por eso, cualquier persona que experimente conductas tan inaceptables debe hacerse oír sin importar qué, recordándonos que también se trata de torcer brazos obstinados.
Debemos dar la bienvenida al hecho de que viejos hábitos no son inmunes a morir, que los límites de la conducta socialmente aceptable están cambiando perpetuamente, y que este tipo de impulsos dan paso a costumbres distintas.
Muchos de nosotros estamos con ustedes, y nos unimos a su llamado para que sus voces sean escuchadas y tomadas en serio. Los llamados a la dignidad humana nunca deben reducirse a meros rumores o alegaciones desechables.
Para aquellos que poseen el poder, el silencio es lo que mantiene la habilidad de salirse con la suya. Solo al arrojar luz sobre estas experiencias de transgresiones pasadas y presentes podemos abordar nuestras patologías culturales y patriarcales.
No permitan que nadie les detenga.